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CONTES


1. La pastanaga, l'ou i el cafè

 

Hi havia una vegada una filla que parlant amb el seu pare li deia que ja n’estava farta de les dificultats que es trobava a la vida, dels impediments que no la deixaven avançar, de les frustracions del dia a dia i que un cop solucionava un problema ja n’apareixia un altre. Tot això  l’havia portat a pensar en  tirar la tovallola i deixar-se caure per un pou fosc i profund.

El seu pare, un xef de cuina, la va dur al seu lloc de treball i li va dir: Avui farem un experiment.

Va agafar tres cassoles, les va omplir d’aigua i les va posar a foc fort fins que van començar a  bullir. En una hi va posar una pastanagues, en l’altra ous i a la darrera uns grans de cafè. Les va deixar bullir sense dir cap paraula. La seva filla va esperar impacientment pensant  què estava fent el seu pare. Després d’uns 20 minuts el pare va treure les pastanagues i les va posar en un plat, va treure els ous i els va posar en un altre plat i finalment va colar el cafè i va el va posar en un altre recipient.

Aleshores li  va dir a la seva filla:

-Què hi veus?

La filla li respon:

-Pastanagues, ous i  cafè.

El pare li va demanar que s’apropés i que toqués les pastanagues. Ho va fer i va notar que eren molt toves. Després li va demanar que toqués un ou i el trenqués. Després de treure la closca va observar que l’ou era dur. Finalment li va demanar que provés el cafè. Ella va somriure mentre gaudia del seu aroma.

Humilment la filla li va preguntar: Que significa això, pare?

El pare li va explicar que els tres elements havien estat enfrontats a la mateixa adversitat: aigua bullint, però havien reaccionat de forma diferent.

1.La pastanaga havia arribat a l’aigua forta i dura, però després de passar per l’aigua bullent s’havia tornat dèbil i fàcil de desfer.

2.L’ou havia arribat a l’aigua fràgil, la seva fina closca protegia un interior líquid, però després d’estar en aigua bullint, el seu interior s’havia endurit.

3.Els grans de cafè en canvi eren únics, després d’estar a l’aigua bullint, havien canviat l’aigua.

 

Quin ets tu? Li va preguntar a la seva filla.

 






2. EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO

Un joven concurrió a un sabio en busca de ayuda.

- Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada.

Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo

mejorar maestro?. ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo:

- ¡Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mis propios

problemas.

Quizás después... Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez

y después tal vez te pueda ayudar.

- E... encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus

necesidades postergadas-.

- Bien -asintió el maestro-. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano

izquierda y dándoselo al muchacho agregó: Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta

el mercado.

Debo vender este anillo para pagar una deuda.

Es necesario que obtengas por él la mayor

suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda

lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes.

Estos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.

Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y

sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de

oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.

En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el

joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, así que rechazó la

oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien

personas- y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.

¡Cuánto hubiese deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría habérsela

entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y su

ayuda.

- Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera

conseguir 2 ó 3 monedas de plata, pero no creo que yo pueda

engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

- ¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo! -contestó sonriente el maestro-. Debemos

saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero.

¿Quién mejor que él para saberlo?. Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale

cuánto da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del

candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo

darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

- ¿¿¿¿58 monedas???? -exclamó el joven-.

- Sí, -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca

de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente...

El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

- Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una

joya única y valiosa. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un

experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que

cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en

el dedo pequeño de su mano izquierda.


 

 

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